domingo, 30 de mayo de 2010

Vuelta a Spain

Bueno, creo que ha llegado el momento.
He ido retrasando la publicación de esta entrada día tras día con la esperanza de encontrar el momento adecuado, el momento en el que tendría la suficiente energía interior para aceptar que ya no estoy en Zambia y pasar página. Sin embargo, ¡parece que no llega el día esperado! Así que he respirado hondo un par de veces y he abierto la página de mi Blog para afrontar lo que, aún a día de hoy, es una realidad que no acabo de hacer mía:
Ayer, 29 de mayo, hizo dos meses desde que dejé ese país del que me enamoré. Dejé atrás la magia de su naturaleza, dejé atrás ese cielo africano que al amanecer y atardecer coge miles de colores a la vez, dejé atrás su luna y sus incontables estrellas (ahora entiendo porqué Timón decía que eran "luciérnagas que se quedaron atrapadas en ese techo azul y negro de arriba").
Dejé atrás el sonido de esos miles de animalillos a la vez en la noche y durante el día. Y, lo que tal vez cuesta más de creer, dejé atrás a personitas. Personas que uno no sabe cuando volverá a ver y abrazar. Personas con las que he reído y llorado, cantado, bailado, sentido y servido. Personitas a las que adopté como "mis niñas", a las que despertaba diariamente y mandaba a la cama, a las que sujeté encontrándose en ataques de asma y ansiedad, con las que he vivido el dolor no sólo de tener la familia lejos, si no de perder a un padre, a una madre o a un hermano. Personas, cada una con un mundo por descubrir. He dejado mucho.
Pero sobre todo, me he llevado mucho más.
Por un lado, me he llevado una manera no sólo de VER la vida, si no también y por encima de todo, de VIVIRLA. He adquirido una nueva manera de vivir, de sentir. En Zambia se vive todo a lo GRANDE. Las alegrías están llenas de sonrisas, carcajadas, baile y música, canto y movimiento. Las tristezas se colman de lágrimas y llanto. Las emociones se expresan con todo su esplendor. La gente habla alto y fuerte. Baila como si no fuera a bailar nunca más. Abraza como si del último abrazo se tratara. Usa los ojos para mirarte, pero te mira con el alma. Dentro de la Sencillez se encuentra lo más Profundo.
Por el otro lado, y ésta es la parte que me tiene más delicada, me llevo AMOR. Me llevo mucho, muchísimo amor. Si las emociones y los sentimientos allí se viven todos en mayúsculas, éste es el que más me ha calado hondo. Un amor que traspasa los límites de este mundo, que va más allá, que no encuentra descripción posible en palabras normales, que no se puede expresar... si no sólo sentir. Y lo siento como si pudiera palparlo, que de la misma forma que me he llevado a África conmigo, también he dejado parte de mi corazón en esas tierras.
Al llegar a España, ciertamente me di cuenta de dos cosas. Por una parte TODO seguía igual.
Girona seguía tan bella como siempre, sigo con un hermano en la Uni, otro en la ESO, un padre soñador, una madre emprendedora, unos abuelos únicos, unas amigas fantásticas... Por otro lado todo había cambiado. No sólo en cosas físicas como mi rutina diaria o la gente que me rodeaba, si no que sobre todo, mi mente seguía imaginando a las chicas despertándose, yendo a clase, duchándose, limpiando los lavabos, etc. Y mi corazón seguía perteneciendo a ellas. Ahora, dos meses después... poco a cicatrizado. Sin embargo, estoy empezando a aprender a vivir con ello, con esa nostalgia diaria, con ese hábito de hablar de que "en Banani, las chicas...", "en Banani, la matrona...", "en Banani, las voluntarias...".
Definitivamente, todo ha cambiado, sí, y nada volverá a ser igual dentro de mí. ¿Como debería ser, no?

El primer día que llegué a Zambia, alguien me dijo "cuidado Aida, porque África es peligrosa, se te meterá en la sangre y te acompañará para siempre".

Tenía razón, ya es parte de mí.

martes, 2 de marzo de 2010

¡Ayuno!

Hoy empezamos el periodo bahá'í de ayuno. Para los que no estén muy familiarizados, es un periodo de 19 días en los que todos los bahá’ís del mundo mayores de 15 años y menores de 65 ayunan desde la salida hasta la puesta del sol.

Como ya indiqué en entradas anteriores, los bahá’ís de la Escuela son muy muy contados. Y las alumnas mayores de 15 años son tan sólo 3. Así que nos levantamos prontito, desayunamos hacia las 5 de la mañana, y des-ayunamos alrededor de las 18:30h. Sin embargo, para mi sorpresa, un buen número de chicas (no bahá’ís) ha decidido voluntariamente acompañarnos durante este periodo de ayuno… ¡unas 50 en total! Así que os podéis imaginar –y si no, os lo cuento- lo bonito y especial (y gracioso, todo hay que decirlo) que es levantarnos todos por la mañana temprano, tener un buen desayuno, hacer unas oraciones (ya sean hechas por cristianas, bahá’ís o musulmanas… sí, hay una musulmana que parece que no tiene suficiente con una época de ayuno al año!), compartir nuestras hambres durante el día, y luego romper el ayuno juntos a la puesta del sol.

Me gustaría destacar algún que otro punto. Aunque estas chicas han decidido voluntariamente ayunar, la Escuela se ha hecho cargo de llamar a todos los padres o tutores de las chicas y asegurarse de que cuentan con su visto bueno. Puede parecer una tontería, pero tal y como comentaba hoy la Directora de la Escuela, “si os ponéis a hacer deporte, o os pasa algo durante estos días, y vuestros padres son informados de que es debido al ayuno que habéis decidido hacer sin saberlo ellos, esta Escuela puede meterse en líos”. Obviamente, son todas suficientemente mayores como para decidir si quieren ayunar o no, pero de nuevo es importante que la Escuela controle todos estos pequeños pero delicados detalles.

Anoche, la Directora y el Vicedirector se reunieron con todas las chicas que quieren ayunar, y les informaron bien acerca del concepto de “ayuno bahá’í”, en el que uno no sólo aspira a purificarse físicamente, si no también espiritualmente, desarrollando capacidades y virtudes humanas, y aprendiendo a dar valor a otros valores en la vida que a veces parece que perdemos de vista.

En fin… como dicen aquí, “so far, so good”, un primer día interesante, lleno de hambre pero también lleno de muchas risas y momentos especiales… pues la unión que se crea en estas situaciones es algo especial que traspasa los límites de lo físico y material.

martes, 9 de febrero de 2010

Livingstone



Y ahí fuimos, a lo que pasó a ser unos de los viajes más memorables de mi vida.
En Livingstone, solíamos levantarnos a las 7.30. A las 8.30 estábamos preparadas para caminar un par de horas hasta llegar a uno de los pueblos donde cada día conocíamos nuevos niños y niñas, hacíamos amigos, compartíamos canciones y juegos así como principios morales, normalmente acerca de la limpieza (dentro de la sencillez económica), el amor a los animales, la obediencia y el respeto, así como la unidad de la familia humana dentro de su diversidad de razas.
En estos 10 días, Neda y yo la vimos por primera vez en nuestra vida. La vimos en todas y cada una de las miradas de esos niños, la vimos en cada casa y en cada patio, la encontramos en la manera de hacer las tareas domésticas, en la manera de hablar y tratar con desconocidos, en cada sonrisa y salto de alegría, en cada saludo y cada silencio bañado de amor. Y no me refiero a la Pobreza... me refiero a la SENCILLEZ. La sencillez como una característica fundamental en todo lo que pensamos, decimos y hacemos. Aprendimos a adoptar la Sencillez como método y sistema de pensamiento.
Una sencillez de la que muy a menudo nos olvidamos cuando todo lo que nos rodea es diversamente complicado; cuando en vez de tener un lápiz, contamos con montones, de diferentes colores y tamaños; cuando en vez de tener una camiseta, tenemos treinta y no hay ni una que se parezca a otra; cuando olvidamos el verdadero propósito de todas y cada una de las cosas que hacemos durante el día. Olvidamos que el objetivo de jugar es divertirse, que el de beber es saciarse, y que el de bailar y cantar es dejar que el alma se exprese. Lo complicamos todo: los pensamientos, las conversaciones, las relaciones humanas, nuestros vicios y aspiraciones, y perdemos el sentido del propósito.

Durante mis días en Livingstone y en sus aldeas aprendí a darle la importancia adecuada a los valores de mi vida. Conocí lo que es la pureza y la transparencia. Me di cuenta de lo Sencillo que es reírse por cualquier cosa que inspira alegría, llorar por todo aquello que conmueve el alma, sentir pequeñas cosas, hablar con cualquier extraño, saludar y sonreír a todo aquél que se cruza en mi camino y expresar amor a todos aquellos niños, desde el que se esconde tímido detrás de un árbol hasta el que se acerca valiente a extenderme la mano y saludarme.

Aprendí que “hospitalidad” es uno de los conceptos más relativos que existen cuando eres recibido en una casita de barro, eres invitado a sentarte sobre un ladrillo, y te ofrecen un vaso de agua y te sientes la persona más afortunada y querida del mundo.

En Livingstone descubrí que la felicidad se encuentra en algo tan básico como un vasito de agua fresca, un mango o un poco de brisa, andar viendo la puesta de sol, hablar contando historias de nuestra vida, y haciendo de cualquier experiencia algo gracioso y memorable. Me di cuenta de que la suciedad a veces es algo con lo que hay que aprender a convivir cuando no hay otra opción y que, de hecho, cuando en la mirada de un niño la pureza interior brilla por sí sola, uno puede llegar a obviar su evidente suciedad física.

Y… ¿qué queréis que os cuente? Infinidad de aprendizajes que por muchos libros que leas no puedes adquirir hasta vivir semejante experiencia.

…Sencillez…

martes, 2 de febrero de 2010

Cambios y cambios

En fin, dadas las circunstancias, decidimos que el día siguiente en vez de bajarnos en Lusaka, nos bajaríamos un poco antes de llegar a Lusaka: Banani. Ahí pasamos algo así como 5 horas, renovando equipaje, dándonos una buena ducha y lavando ropa. De ahí fuimos a Lusaka y de Lusaka cogimos otro bus un par de días más tarde a... ¡¡Livingstone!!

martes, 26 de enero de 2010

El día más afortunado


Nos levantaron a las 6.50 de la mañana, metiéndonos prisa, diciéndonos que había habido un cambio de planes, y teníamos que espabilarnos para coger el bus de las 7! Debido a imprevistos que no vienen al caso, no podíamos contar con el coche que nos habían prometido, y teníamos que coger ese bus pues no había otro hasta el día siguiente.
Con las lagañas aún en los ojos, y las sábanas pegadas a la cara, Neda y yo metimos todo lo que encontramos esparcido por el cuarto en la única maleta que compartíamos y nos pusimos lo primero que encontramos. Salimos corriendo para meternos en el coche que nos llevó a la estación de bus. Una vez en el bus, encontramos con bastante dificultad algún que otro sitio libre y caímos redondas del sueño. Con todo esto, como habíamos pasado los últimos dos días en un sitio sin electricidad, apenas nos quedaba batería en los móviles. Con la poca batería que nos quedaba conseguimos contactar con los Topham, para que al llegar a Kitwe nos trajeran el resto de las maletas que dejamos ahí, y así poder coger el primer bus a Lusaka.
Sin embargo, llegamos a las 16.15 a Kitwe, para cuando quisimos coger el buen bus a Lusaka ya era demasiado tarde (el último salía a las 16.30). Acabamos confiando en otro de los buses que nos prometieron iba a salir en 30min. Se hicieron las 17h, 18h, 19h, 20h... Nos comunicaron que el bus no funciona. Rapidamente cogimos las maletas para cambiar de bus. Ese cambio le costó la vida a mi móvil, lo perdí en una de las movidas y alguien ágil dio con él sin hacermelo saber.
Después de comunicar a la persona que nos iba a venir a buscar en Lusaka acerca de lo sucedido, nos sugirió (todo esto vía mensajes de móvil debida a la poca batería y a lo baratos que son) que intentaramos reclamar por el dinero y bajarnos del bus. Intentamos lo que pudimos sin éxito, y al final decidimos bajarnos del bus aún perdiendo el dinero... pues nadie nos aseguraba que ese bus no fuera a dejarnos tiradas a medio camino, y que al llegar a Lusaka alguien nos pudiera venir a buscar (y no es muy seguro ir solas hacia las 2 de la madrugada por la capital).
Resultado: quedarnos una noche más en Kitwe. Al menos conseguimos tomarnos una deliciosísima ducha y dormir plácidamente sin concierto de ranas en la piscina.

sábado, 16 de enero de 2010

Aventuras en Mwinilunga 2

Sí, señores, segunda parte de la gran aventura.
Por la mañana, gran fue la sorpresa al ver que teníamos que llenar un cubo de agua, e ir a ducharnos entre los arbustos. Ducharnos, lavarnos la cara, los dientes... Puede sonar primitivo, pero tanto Neda como yo coincidimos en que era la mejor ducha que habíamos tomado en mucho tiempo, supongo que sería por lo sucias que nos sentíamos al no haber podido refrescarnos al llegar de viaje la noche anterior.
Ese día fue fantástico. Desayunamos y fuimos al salón donde la gente ya estaba de pie, cantando y bailando, esperando que llegara la Consejera, Sra. Bataar. En cuanto fueron informados de que ella estaba ahí, empezaron a cantar una canción de bienvenida (¡que también me cantaron a mí al llegar!). Esta comunidad... madre mía, ¡¡¡cómo cantan!!! Valió la pena viajar, pasar un día entero en el bus y todas las aventuras del mundo sólo por verles cantar, y ver como los pelos se nos ponían de gallina. El poder de esas voces unidas es simplemente increíble, eleva el alma, y te hace olvidar todo lo que hay en el mundo y todo en lo que tu mente suele estar ocupada.
Durante la conferencia del día la Sra Bataar nos hizo llegar diferentes mensajes de parte de la Casa Universal de Justicia, dulces mensajes de amor y de ánimos, empujándonos a seguir adelante, a compartir con todo el mundo el mensaje de Bahá'u'lláh.
La tarde la aprovechamos para socializar, conocer gente de aquí y de allá, hacer amigos y compartir experiencias.
Finalmente, Neda y yo nos acostamos más felices que nadie, pues habíamos conseguido contactar con alguien que nos podría llevar de vuelta a Lusaka al día siguiente, pasando por Kitwe a recoger parte del equipaje que habíamos dejado ahí.
Pero como ya dije una vez, los planes cambian, cambian y cambian...

martes, 12 de enero de 2010

Aventuras en Mwinilunga

Tal y como empecé diciendo en la entrada anterior, llegamos al Instituto bahá'í de Nortwestern hacia las 20h, cuando el sol se había más que puesto. El área del Instituto estaba formada por el gran salón por un lado y por otro diferentes casitas que hacían de dormitorios. Se nos concedió una casa para las chicas y otra para los chicos. No había luz, y después de un día entero de viaje lo primero que queríamos hacer era ir al servicio, refrescarnos un poco, y usar el baño, así que pedimos que nos mostraran donde se encontraba el servicio. "Esa señora os guiará", nos dijeron. La seguimos, seguimos, seguimos, nos adentramos en el bosque... y se nos mostró un cuartito de dos por dos, con un agujerillo en el suelo (y a orar para que la puntería que afine). Neda y yo nos miramos... y me dijo: "tu primero, anda...". Así que a la aventura. Pedí a Neda que me arrojara algo de luz, que si no la tarea se hacía más bien imposible, y cuando lo hizo... madre, ¡cuantos bicharracoooooss!!! Arañitas, arañotas, sus casitas, moscas, etc. Me quería moriiiirr... No sé si fue del "shock" o qué, pero el bebé no salió ni queriendo, jajaj, así que me rendí y le dije a Neda que ya podía pasar. Cuando ella terminó, le dijimos al resto de las jóvenes que podían pasar y nos respondieron diciendo, "ah, no, ya fuimos entre los arbustos rapidamente", qué vergüenza!
En fin, luego cenamos shima con pescado, con las manos, como no, y empezó a llover, nos pusimos a cubierto en el salón, donde se encontraban todos cantando y bailando (UNA PASADA).
Cuando te encuentras rodeado de un grupo de gente como ése, cantando con toda su alma, con tanta naturalidad y con tanto talento, y canciones tan bellas como ésas, se te pone el pelo de gallina y así se queda. A Neda y a mí se nos saltaban las lágrimas bien a menudo cuando nos encontrábamos en ese tipo de situaciones.
Finalmente, salimos de ahí, y nos quedamos esperando a que la lluvia cesara, hasta que uno nos dijo: "Tomad este paraguas e ir a los dormitorios, que esta lluvia no cesará hasta pasadas las 4 de la madrugada!". Ni siquiera nos habló de cuándo devolverle el paraguas, ni de quién es... simplemente "Tomadlo".
Cogimos el colchón que nos tocaría compartir, y las sábanas que nos dieron, y en marcha. Al llegar, a la luz de la vela nos instalamos junto con el resto de las chicas. Con la lluvia, el suelo estaba algo mojado por las goteras, y las ventanas cerradas por si los mosquitos. En fin, otro hartón de reír con Neda, limpiándonos los pies con rollo de papel de váter que nos dieron e intentando no pisar suelo mojado al ponernos el pijama e ir a dormir.
Y por la mañana al despertarnos....